sábado, 9 de marzo de 2013

La boda. Cuento. *Idaly Monroy


La boda

Villano Vilón*


            Mi esposo era biólogo. Su padre fue un sabio naturista que lo ‘bautizó’ con dos nombres, uno para la mayor parte de la gente y otro, muy significativo para él y para quien pudiera apreciar ese capricho: Tamarindo. Lo había llamado así porque este fruto lo salvó de la malaria en la selva amazónica, y en esa época su esposa esperaba su primer hijo: Jose Tamarindo. Así, Jose, sin tilde.

            Cuando lo conocí, él tenía veintidós años. Estaba investigando acerca de las propiedades medicinales de una planta, el irupé, de la que solían hablarle un profesor y un amigo chamán. Fue así como se enteró de que el origen de la planta era una leyenda de amor. Yo tenía diecinueve años, hacía danza clásica desde niña, pero recientemente había regresado de África, donde aprendí danzas negras. Nos enamoramos rápidamente. El día en que nos encontramos por primera vez, él soñó que había ido conmigo a conocer el irupé y que jamás habíamos regresado porque en nosotros se repetía la leyenda.

            Viajamos a conocer la flor y nos instalamos a la orilla del gran río. Durante aquellos días, él me enseñó, entre muchas otras cosas, algunas danzas de la comunidad aborigen que lo inició en el conocimiento de las plantas sagradas y en su cosmovisión. Pero lo que recuerdo con más ternura es que con él aprendí a beber sorbos de luna. Las tomas consistían en beber, en el cuenco de la mano, agua del río, justo en el lugar donde ella se reflejaba plenamente a medianoche. Así lo hicimos hasta cuando mis ojos vieron con perplejidad una experiencia maravillosa: el abrir de la flor blanca –femenina– que vive un solo día al año para sumergirse luego, dando paso al nacimiento de la flor roja  –masculina– que igualmente vive apenas veinticuatro horas, durante las cuales pasa lentamente del color rosa al púrpura encendido. Su máxima saturación de color se produce en el momento de hundirse en el lecho del río. Su belleza me cautivó.

            En ese lugar mágico, la contemplación era un ejercicio espiritual del que nadie quería sustraerse, excepto para prácticas como las que realizábamos al anochecer durante nuestra permanencia. En un gran pozo que formaba el río, rodeado de árboles enormes y una vegetación multiforme que se enredaba caprichosamente, celebramos el rito de los amantes de la leyenda. Yo me sumergía suavemente en el agua, caminando hasta perder pie, y luego flotaba. Me sostenía agarrada de una liana colgante del enorme lirio, que no debía soltar aunque estuviera de cara al cielo. Así tenía que llegar hasta donde el reflejo luminoso alcanzaba su máximo esplendor. Allí bebía y acariciaba el rostro de mi amor, reflejado en doble espejo de agua y luna. Con los ojos cerrados, mi cuerpo liviano se deslizaba, dejándose llevar por él hasta cerca de la flor. De igual modo, Tamarindo bebía luna y sorbos de mi cara, y luego se alejaba bajo el agua hasta quedar oculto por las sombras de los árboles. Cuando la redondez del cristal que nos alumbraba perdía la definición de su contorno y se convertía en luz esfumada, nos buscábamos, caminábamos tomados de la mano rumbo a nuestro cobijo provisional y permanecíamos abrazados en silencio hasta quedar dormidos.

            A la séptima lunada decidimos que el ritual final sería nuestra boda, la celebraríamos en el mejor de los lotos. Era magnífico, si bien los demás también lo eran; pero indiscutiblemente ese era el mejor, el más grande, el perfecto. Allí esperamos que llegara la florescencia antecesora de nuestras nupcias. Juntos acompañamos la gestación, el nacimiento y la muerte de la corona de flores; de ellas nos despedimos en el momento en que el lecho de musgo, que siempre está tendido bajo la planta, se abrió para cubrirlas amorosamente.

            Culminaba así el ciclo que se reinaugura cada año, cuando las noches de verano alcanzan la tibieza justa, el silencio profundo, la calma de las aguas, el máximo esplendor de la luz en contacto con las vegetación selvática. En el instante único de la conjugación de esos elementos, en medio de una armonía sagrada, brotan calladamente primero la flor femenina blanca, olorosa  a fruta, y luego la flor masculina cuyo rubor se enciende poquito a poco, hasta el estallido escarlata que anuncia su inmersión sin retorno en el pozo. Entonces, toda la naturaleza contiene el aliento, aguarda.

            En la noche de la boda, Tamarindo me cubrió con una túnica blanca, bordada de flores y hojas tejidas por él mismo, sin que yo me hubiera dado cuenta. La novia no debía ver el atuendo antes de la ceremonia, así lo indicaba el ritual. Por mi parte, le puse una corona adornada en forma similar. Mutuamente untamos nuestros cuerpos con aceites perfumados y caminamos hacia la orilla, cada uno tras las lianas colgantes de la planta, rodeando el gran lirio. Reclinada en él, tomé sorbos de luna con más devoción que nunca y prometí a los amantes de la leyenda, que nosotros permaneceríamos juntos hasta la muerte. Tamarindo hizo la misma promesa.

            Años más tarde, aquellas palabras que juramos ante el más bello de los irupés adquirieron su verdadera dimensión. En una de sus expediciones, Tamarindo se perdió en la manigua. Quizás un lecho húmedo y fangoso lo abrazó como a la flor escarlata, y como ella, no regresó jamás.

            Para entonces, las investigaciones sobre las propiedades del maravilloso lirio habían avanzado. Las dos flores juntas, sometidas al más riguroso procedimiento para extraer su esencia, se habían convertido en una medicina que actuaba sobre el alma de quienes padecen el agobiante dolor de perder un ser amado. Esta bebida les devuelve la serenidad y les permite guardar su recuerdo en la penumbra silenciosa de la memoria. Así logran sobrevivir a la pérdida los amantes. Así curan la herida del abandono.

 ****************

*Idaly Monroy, Trabajadora social, finalista II Premio Literario Eutiquio Leal, TEGGM de la Universidad Autónoma de Colombia

 

Amanecer. Poema.


Amanecer

 Leonardo Gutiérrez Berdejo

 
Abro la puerta

y al instante veo

las hojas del naranjo

acunando el rocío;

a las aves, arando el suelo

y tejiendo hoyuelos

para la siembra.

Más allá la montaña

se abre paso hacia el infinito

extendiendo sus brazos

y recogiendo las sombras

cuando el sol se le encima.

Una ráfaga de viento

sacude mi sueño

y en el suelo, esparcidas

yacen aún

estrellas que se desprendieron

durante la noche.

Camino. Poema


Camino

 
Leonardo Gutiérrez Berdejo
 

El camino se extiende, cuan largo,

 

hasta la montaña.

 

Es estrecho

 

y parece penetrar en el vientre de la montaña.

 

Las ramas de los árboles,

 

a su lado están,

 

y lo cubren con el follaje y con las sombras

 

y en cada día parecen abrazarse

 

por encima del camino

 

y aprisionan al caminante,

 

pero no, sólo quieren ofrecer la sombra

 

y a cada instante susurrar un canto

 

que el camino se hace corto

 

cuando, unido, se hace el viaje

 

La mirada de mi madre. Poema.


La mirada de mi madre.

 Leonardo Gutiérrez Berdejo


Mirada penetrante, altiva y en ocasiones serena

otras veces amorosa y a menudo vivaz.

A ratos cariñosa y a ratos indagadora.

Otras veces de mirada preocupada

y también fugaz.

 

Preocupada de la vida.

no la de ella sino la de nosotros diez.

Éramos doce, quedamos diez.

siempre le dolió la partida de dos. Nada se pudo hacer.

 

La vida le ha enseñado a ser valiente y… paciente.

observadora fiel de todos.

parece ser que a su mirada nada  escapa.

 

En ocasiones me parece verla, frente a mí.

Sonriéndome,

pero a ella nunca le parece.

Siempre, a cada instante me ve, perdón… nos ve.

con ternura, con amor, como preguntando ¿qué te hace falta?

no tengo qué responder.

 

Su mirada para todos es así: generosa y amplia,

incapaz de mentir,

como si a todos estuviese preguntando: ¿Qué te hace falta?

a veces esto es incomprendido. Pero ella es feliz.

 

A veces su mirada es grave y honda, pero nada de temer.

y en algunas tardes su mirada es profunda y reflexiva.

parece una mirada perdida pero no, no lo es.

es una mirada despierta y viva,

con deseos de aprender.

 

Profunda como el mar y lejana como el firmamento,

pero, a la vez, cercana y es tibia, como el abrigo y la piel.

Como ciertos amaneceres su mirada se vuelve infinita...también como el mar.

y se confunde con la gente de este pueblo que la vio nacer y amar.

 

Pero yo estoy seguro de que siempre su mirada es de madre

como son todas las miradas de madre…llenas de amor,

como son las miradas de todas las madres de este rincón del mundo,

como es la mirada de los que se aman.

Como es la mirada de Dios.

Oda a Sabanagrande. Leonardo Gutiérrez Berdejo


Oda a Sabanagrande

A la memoria de todos los municipios del caribe colombiano

víctimas de la violencia

                                                                                 

Rayos de oro brotan de la Sierra al Este

que del azul infinito a tu suelo se expande

ruge allí bravo impetuoso torrente

y altiva te  levantas ¡Oh! Sabanagrande

De la estirpe indígena Cacón y Taunemas

el abrazo Tancamo al cruel conquistador

huidas salvajes con palos y gemas

y gestas de armas repletas de ardor

Rondas viejas leyendas en tu blanco penacho

que se extienden cual hilos que mil manos te bordan

allí están esos sueños del valiente Camacho

y el recuerdo fugaz de esas líberas hordas

Salpicado de sueños en ese Valle grande 

penetrado una y mil veces de motores sin fin

recostada estás en la ciénaga grande

y bordada de olas del Magdalena afín

La tarde se asoma fragante y bravía

en el azul de tu cielo que se extiende sin par

allí están esos montes que a la voz De María

allá van esos surcos repletos de vida y de paz

Cuántos vivos recuerdos a diario presiento

de aquel puente de piedra que el arroyo cubrió

de las ceibas valientes cayeron fragmentos

y el arroyo bravío un día, quizás, no volvió

Se extiende, cuan largo, el camino hacia el río;

y bordeas el muro que encierra el fervor

alcanzas el chorro de vida y de brío

que zurce de escamas, red y pescador

 

Dónde están los colosos que cuidaban tu estirpe

que junto a Ceres la diosa circundaban tu suelo

dónde están? ya se han ido y sus hijos no existen

pero quedan los rayos de tu raza y tu pueblo.

Vibra el hierro forjado a los rayos de sol

el espacio sucumbe, se ilumina el taller

y en las manos forzosas de ese buen forjador

orgulloso el yunque, el fruto, el hoy y el ayer.

Algarabía de niños camino a la escuela

con tardes de fútbol, de sol y de amor;

esplendor eterno que al viento se eleva

esperanza viva frondosa en  calor.

 

Y aquella eterna guerra del abuelo;

y los nuevos relatos que aquí vuelven y aquí están

 

Pasan raudos, veloces, alegres, porfiados

mil risas envueltas en juegos de hoy

allá van cuan altivos al encuentro diario

allí están esos claustros, allí están, allí soy.

Reflejan tus calles devota alegría

tu suelo eterniza el son del rayar

festivos bordados se asoman un día

cadencias que tejen y aroman tu andar

Caminan altivas, devotas, vivaces

esparciendo el suelo de aroma y candor

tu estirpe recrea y en todos renace

el más puro encuentro de fe y de amor.

Secretos añejos tus calles esconden

que semejan enjambres en tu piel cada tarde

también esperanzas y cantos responden

eres faro que guía, noble y leal Sabanagrande.

El taburete. Picaresca. Leonardo Gutiérrez Berdejo


El taburete

 

Soñaba Juanita un día

en comprarse un taburete

pa´descansar bien tendida

y recordar to´a su gente

Ahorraba lo que más podía

centavos casi a diario,

en su sueño, que a porfía

se volvió en su ideario

Todo giraba en su mente

pa´entregarle a ´ño Manuel

los centavos que a su suerte

reuniría pa´ su escabel

En su lista de primero

estaba su silletín,

 y en mañana tarde y en sueño

todo giraba a ese fin

 

Por fin reunió el importe

y directa fue con ´ño Manuel

aquí te entrego y al paso

me hagas mi ansiao escabel.

Recibió Manuel el importe

de Juanita con esmero

y al punto inicia el corte

del mueble pa´quel sonero

 

Madera, serrucho y clavo

Penden del sueño fiel

De Juanita, la que un día

Soñó con ansiao escabel

Por fin, punto final le puso

Manuel al sonado estrado

y parte cual ágil  tuso

a entregar aquel recado

 

Llega al destino ansiao

Sofocado y restallando

Pa´ entregar muy alistado

Aquel de descanso encargo

 

Una y mil veces él llama

a la puerta muy probado

nadie allí a Manuel responde

nadie, Juanita está descansando

Le recojo los frutos. Picaresca. Leonardo Gutiérrez Berdejo


Le recojo los frutos

 

Manuela la campesina

en su casa me alojó

tres días pasé durmiendo

y nadita me cobró

Manuela, señora mía

¿cómo te puedo pagar

si dinero yo no tengo

y tú te has de alimentar?

Manuelita, te propongo

y espero que me lo aceptes

que en lugar de los tres días

me dejes estar los siete

Te recojo bien los frutos

y te limpio el cobertizo

te apresto tu burro viejo

y hasta el fogón te lo atizo

Manuela agradecida

al negro responde: ¡listo!

pero quiero que me incluyas

regarme este manojito

¿Cómo puedes tú Manuela,

creer que olvide tal cosa?

y hasta puedo yo con gusto

sembrarte el palo de rosa

Remajearte también quiero

tu linda mata de iraca

cortar la crin del caballo

y acomodarte la estaca

 

Llevar la cosecha al pueblo

y traerte el mercadito

abanicarte la espalda

y arreglarte ese gajito.

 

Han pasado doce meses

y el negro se acomodó

está bien agradecido

que hasta un niño le encimó.

Virginia. Poema. Leonardo Gutiérrez Berdejo


Virginia

 

Llegaste a mí con el despertar del día

cuando apenas te asomabas al balcón de la vida,

cuando los juncos a tu lado crecían

y las olas impetuosas del deseo se alzaban

 

El brillo de tus ojos

a la esperanza incierta de la ilusión

la cubriste con el manto de la llama

 y con la luz que enciende la pasión

 

A veces lejana, lejana

como el eco de un recuerdo ido

como buscando respuestas infinitas

a preguntas ignotas

 otras veces cercana, cercana

como un latido,

acariciando sentimientos

avivando cada sueño

 

Cuando la penumbra de la noche fue

y la borrasca de un día alejó los caminos

y te envolvió y me ocultó

tú siempre permaneciste allí

¿como anclada en el camino? No, 

sólo esperando con el ímpetu de la paciencia

y el sereno resplandor del que sabe esperar

 

Cómo pueden las nubes de un día eclipsarte

y las sombras de la noche ocultarte

si eres la luz y eres todo aquello

que mi alma anhela para amarte

 

Hoy, cuando el día comienza a despedirse

y la noche asoma,

cuando la penumbra acecha

sólo puedo decir

que siempre serás para mí

ese esperado amanecer

que renace con cada sueño

y con cada ilusión.

 

Camino. Poema. Leonardo Gutiérrez Berdejo


Camino

A quienes cada día luchan por la paz

 
Es como chocar el viento

las veces que me empecino

en recorrer en las noches

los surcos de tu camino.

 

Es prender en el espacio

hogueras de mil fulgores

y susurrarle a la luna

el fuego de las pasiones.

 

Es reunir todos los soles

del infinito prendido

y taladrar en sus suelos

los recuerdos escondidos.

 

Es cantar a muchas voces

que no se encuentra perdido

mientras mueren en mis manos

los cantos de los amigos.

 

Es como chocar el viento

las veces que me empecino

cuando quiero que en mis pasos

una flor vaya conmigo.

 

Es como chocar el viento

cuando terco hago camino

para recordarme luego

que el camino va contigo.

 

EL LENGUAJE DE LA LITERATURA.Juan O. Jofré


EL LENGUAJE DE LA LITERATURA

Juan O. Jofré

 La evidencia de que la obra literaria es obra de lenguaje ha llevado a muchos críticos a admitir que la literatura es un lenguaje y que su esencia radica en un modo especial de su ser lingüístico. Se opone entonces lenguaje ordinario a lenguaje poético y se trata de demostrar que este último posee ciertos atributos exclusivos de los que carece el lenguaje ordinario. Importantes corrientes de la poética contemporánea - decir de la ciencia o teoría de la literatura- piensan que como la literatura, según este modo de ver, es un lenguaje, ha de estudiársela con criterios y métodos lingüísticos, por lo cual además, la poética vendría a ser una rama subsidiaria de la lingüística.

Es obvio que no se puede negar el estrecho parentesco de la obra literaria con el lenguaje pero, de la evidencia de que la obra literaria es obra de lenguaje, no se puede seguir que la literatura misma sea lenguaje. Si la obra literaria fuera básicamente un mensaje lingüístico por este solo hecho se descalificaría como arte, ya que la obra literaria no es medio o instrumento destinado a informar sobre el mundo de los hechos reales objetivos o subjetivos. Importantes corrientes literarias han querido encontrar la esencia de la obra de arte literaria en una suerte de lenguaje connotativo, a diferencia del lenguaje ordinario y científico que se concibe sustancialmente como denotativo. Sin embargo estas teorías es empeñan en ignorar el hecho evidentísimo de que existen muchísimos discursos fundamentalmente connotativos que de ningún modo pueden pasar por poéticos.

La literatura tiene un lenguaje, que no es tú más ni menos que el lenguaje ordinario, pero ella misma como un todo no es lenguaje, sino arte. Es verdad que una parte importante de su peculiaridad como arte reside en el lenguaje, pero este lenguaje es sólo la materia prima de que se vale el poeta para construir su mundo de ficción. Así como el pintor se vale de ciertos materiales como la tela y los pigmentos y, escultor del mármol o del bronce, el escritor se vale del lenguaje. El lenguaje Y toda materia impone sus derechos al artista en tanto el artista no puede hacer lo que quiera con la materia sino, tan sólo, lo que su naturaleza posibilita. No es lo mismo trabajar con mármol que con arcilla, ni pintar sobre tela que sobre muros. Del mismo modo el poeta no podrá tratar como quiera material, el lenguaje, sino que tendrá que atenerse, aunque sea de una manera menos rigurosa y formal, a las leyes morfológicas, sintácticas y semánticas que el lenguaje de suyo posee. Podrá innovar, más allá de los hábitos al uso, pero nunca podrá destruir su materia lingüísticas por grandes que sean las exigencias de expresión. De aquí que sea correcto hablar del lenguaje de la poesía, si por ello se entiende la materia con que trabaja el poeta y que sea incorrecto hablar de la poesía como lenguaje, porque la poesía es, entre otras cosas, mucho más que el lenguaje de que está hecha.

 

Texto extraido del libro Filosofía del arte y la literatura del autor chileno: Juan O. Jofré

Julio César Londoño. Cuestionario para grandes cuentistas


Cuestionario para grandes cuentistas

El profesor y crítico literario Betuel Bonilla me mandó un cuestionario sobre la poética del cuento. Aquí van sus preguntas y mis respuestas.

 Julio César Londoño. Vivo en una pieza de una casa de Palmira. Todas las mañanas viajo hasta el patio, donde construí un estudio junto al palo de chirimoyas. Allí escribo cuentos, ensayos y artículos de prensa. Gozo de cierto prestigio en la cuadra desde que gané el Premio Juan Rulfo en París (1998). Escribo en todos los medios nacionales, y en todos me pagan una miseria por mi trabajo. Por fortuna no saben que me divierto tanto escribiendo que estaría dispuesto a pagarles porque me dejaran hacerlo. Doy gracias a la vida por ser esa cosa exótica, pedante y casi feliz, un hombre de letras.

Tal parece que el diez es el número de los cuentistas, al menos si partimos de los decálogos de Quiroga, Onetti y Bolaño. Tal parece que diez puntos son suficientes para razonar sobre el oficio de escribir cuentos. Entonces, nada más pertinente que diez preguntas, formuladas a diez grandes cuentistas, para que en diez renglones nos compartan los secretos de su quehacer, su apreciación sobre el oficio y el género del cuento.

1.       El racionalista Platón planteó en Ion, su diálogo de juventud —lo pensó para la poesía—, que en la creación opera algo así como la inspiración, es decir, un argumento claramente romántico. El romántico Poe, por el contrario, en su “Método de la composición”, plantea la tesis de la creación como algo sumamente racional, de puro oficio. ¿Cómo opera esto en tu creación, cómo concilias los dos elementos en el momento en que decides que vas a escribir un cuento? R/ Nadie niega que el trabajo, ese “noventa por ciento de transpiración”, es el elemento clave en el proceso de la creación. Pero también es cierto que hay días más fecundos que otros y que a veces un autor escribe cosas extraordinarias que no corresponden a su manera de escribir y de pensar. La única explicación que se me ocurre para explicar estos momentos se llama inspiración. Dejarle este mérito a las musas es cursi, amén de injusto, lo acepto. Pero negar ese misterio o reducirlo todo a cuestión de sinapsis y axones me parece simplista, amén de antirromántico. 

2.       Aunque el problema de las definiciones tiene siempre sus dificultades, podrías definir, aunque sea de manera provisoria, qué es para ti un cuento. R/ Los cuentos deben ser tensos y tener un final (que haya o no un comienzo, es negociable). El buen cuento puede tener frases sin verbo, prescindir de la poesía, de los finales brillantes, de lo que usted quiera, pero no de tensión. Sin ella, el “cuento” es un bodegón, una postal, un fragmento de novela, un merengón literario.

3.       Algunos escritores dicen andar libreta en mano a la caza de fragmentos de la realidad que les puedan servir como disparadores para la escritura. Otros afirman que la imagen simplemente llega y ya, está la semilla del cuento. En tu caso ¿cuál es ese momento inicial para la escritura de tus cuentos? R/ Bueno, yo no cargo libreta, mi exhibicionismo no ha llegado a esos extremos… A veces el cuento está tirado en la calle y sólo es cuestión de recogerlo. En ocasiones se obra more geometrico: nos decimos: la lotería (o el sexo, o el homicidio, o la sabiduría) es una obsesión universal, y a partir de esa nada inventamos un mundo. El “momento inicial para la escritura” es demasiado serio como para estar improvisando. Por eso le doy vueltas al asunto en la cabeza unos días y sólo cuando tengo un cigoto sólido me atrevo a coger papel y lápiz. Como ves, puros nervios, querido Betuel, otro misterio del oficio.

4.       En esa biblioteca de preferencias que todos tenemos, parafraseando a Borges, ¿cuáles son esos diez cuentos memorables que no podemos dejar de leer? R/ Continuidad de los parques (Cortázar), Taibel y el demonio (Singer), Tlön, Uqbar, orbis tertius (Borges), La aventura de Tse-i-La (Villiers de L’isle Adam), Necesitaba una historia de amor para contarla (Roberto Rubiano), El rey del Honka monka (Tomás González), La última carta (José Zuleta), A la diestra de Dios Padre (Tomás carrasquilla) Al final del coche cama (Óscar Collazos), Un recuerdo de navidad (Truman Capote), La sangre en el Jardín (Rqamón Gómez de la Serna), Enoch Soames (Max Beerbhom), Los ganadores de mañana (Holloway Horn), El brujo postergado (don Juan manuel).

5.       He leído en alguna parte que Roberto Arlt no era lo que se dice un buen escritor, incluso, se afirma que escribía mal; sin embargo, qué cuentos los suyos, cómo nos llegan hasta el fondo. ¿Cómo es posible eso? En tu caso ¿en qué te fijas a la hora de juzgar el mérito de un buen cuento? R/ Cortázar inventó el término significación para explicar (o explicarse a sí mismo) su amor por los cuentos malos, como los de Arlt y Chejov. Bueno, soy injusto, Arlt no es tan malo como Chejov… pero ¿cuál era la pregunta? Ah, gracias. Hasta la semana pasada pensé que los cuentos de ingenio eran lo máximo. Hoy he entendido que el “cuadrivium” precisión, humanidad, cinismo y tensión es suficiente. Es decir, que cuentos sin ingenio pero cargados de humanidad y buena prosa (por ejemplo Cartas a mamá, de Cortázar) pueden llegar a ser inolvidables.

6.       La idea del libro de cuentos “redondo” es casi un espejismo, una ilusión. Leemos en algún libro un buen cuento y de repente, el siguiente, ya no nos gusta tanto. Podrías indicarnos cuáles son esos diez libros de cuentos redondos, en el que ninguna pieza falla. R/ Tal vez las antologías que compilaba Hitchcock sean los únicos libros de cuento rigurosamente esféricos. Pero estoy seguro de que los deslices de libros como Borges, Cortazar, Poe, Bashevis Singer, Capote y Steinbeck son imperceptibles, y que sus errores tienden a cero. 

7.       Un problema con los cuentos es la poca difusión, la poca circulación, como si pareciera que un cuentista no es digno de habitar en el canon literario. ¿A qué crees que de deba esa especie de paternalismo de la novela sobre el cuento? R/ No lo sé. Tal vez todo se deba mal gusto de la especie. Un cuento –alguien lo dijo– es una novela depurada de ripios.

8.       Podrías plantear, otra vez de manera provisoria, una especie de decálogo personal del género. R/ a) el argumento es el protagonista. b) sin tensión no hay cuento. c) los personajes no tienen que estar muy definidos. d) el final puede ser previsible pero no lánguido. e) las soluciones oníricas hieden. f) las sobrenaturales decepcionan. g) los temas edificantes (amistad, ecología, socialismo, etc) son “salaos”. h) en cambio los asuntos viles funcionan divinamente. i) nunca meta 14 personajes en el primer párrafo. j) no imite a los maestros: sus limitaciones quedarán en la más estruendosa evidencia. k) si esto le parece muy complicado, haga novelas: hasta los novelistas pueden.

9.       En el momento de la escritura parece existir una especie de pulso con el tema para decidir entre el cuento y la novela. ¿Cómo sabes tú que el tema que tienes entre manos da para un cuento, por ejemplo, y no para una novela? R/ Es fácil: con la literatura sólo se puede hacer tres cosas pensar, cantar o contar. Cuando quiero pensar hago ensayos, si tengo una emoción atravesada escribo un poema, y si quiero contar algo echo mano de la narrativa, a saber: si tengo un buen argumento hago un cuento; cuando sólo tengo deudas, escribo novelas.

10.   ¿Podrías sugerirnos diez pequeñas ideas para que los jóvenes cuentistas se ejerciten en la escritura de cuentos? R/ El encuentro de Bolívar y San Martín; un jugador de póker que se juega la plata de su patrón, ¡y pierde!; por pura broma le propones salir a la más divina del colegio… ¡y acepta!; Pepe, el chico más popular del colegio, empieza a sentir una atracción irresistible por Mauricio, su mejor amigo; mañana es la final del campeonato, tú eres el goleador, un mafioso te manda una suma que te marea para que no la metas; un borracho te regala el argumento del mejor cuento del mundo y se te olvida; anoche descubriste que tu novia es una prepago; sólo tú perdiste el año en la escuela, todos tus amigos se irán para el colegio; el comandante Santos te ordena poner una bomba en la ciudad (tú puedes escoger el punto).

Las 20 palabras peor pronunciadas en español

Las 20 palabras peor pronunciadas en español
Por: actualicese.com   View CommentsPublicado: 4 de noviembre de 2008
Según los resultados de la encuesta realizada por SpinVox, la palabra peor
pronunciada es “viniste”. Dicha palabra suele pronunciarse como “veniste”, ya que la mayoria de las formas y tiempos verbales del verbo “venir” comienzan por “ve”.
La segunda en el ranking es la palabra “trastorno”, frecuentemente pronunciada como “transtorno”. Esto es así porque en español existe un grupo de palabras, como “transporte”, “transcripción” o “transgredir”, grupo en el que el hablante incluye por similitud la palabra “trastorno”.
Aquí la lista completa:
Viniste – veniste
Trastorno – transtorno
Prejuicios – perjuicios
Idiosincrasia – idiosincracia
Sarpullido – zarpullido
Ineptitud – inaptitud
Madrid – Madri
Esparadrapo – esparatrapo
Helicóptero – helicotero
Fortísimo – fuertísimo
Croqueta – cocreta
Tortícolis – torticulis
Popurrí – pupurri
Pobre – probe
Restricción – restrincción
Haya – Haiga
Mahonesa – bayonesa
Pamplona – plamplona
Solidaridad – sodilaridad
Institucionalización – institutonalización
Nota: La mahonesa y la mayonesa son dos términos totalmente correctos.
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El Parque Güell, Barcelona, España


El Parque Güell, Barcelona, España

Leonardo Gutiérrez Berdejo

 Desplazarse de Sabadell a Barcelona y, luego,  al Parque Güell es más sencillo de lo que uno podría imaginarse, considerando que hay que tomar primero el tren y después el metro.   El tren que va de la estación Sabadell Norte  a Barcelona, es rápido y cómodo y te deja en la Plaza de Cataluña y allí,  sin ninguna dificultad, tomas el metro de Barcelona que, aunque le falta un poco de aseo, te transporta  de manera confortable y veloz hasta la estación de Vallcarca, lugar en la que empiezas el ascenso hasta el famoso parque, no por la entrada principal, sino por la puerta de atrás, como después lo pude observar.

 

El ascenso al parque  por este lado, cerca de la estación  Vallcarca del metro, como lo hice yo es fatigoso, a pesar de las muchas escaleras eléctricas que hay instaladas en plenas calles, loma arriba, para amortiguar la fatiga que tal trayecto produce.  También lleva sus minutos y sus cansancios  y requiere, modestia aparte, su nivel de resistencia, pero Lucía, mi gentil acompañante, esposa de mi amigo Josep y que se mueve con cierta facilidad en esta gran ciudad, tiene sus rarezas a la hora de movilizarse  y decidió esta entrada a la principal, como lo hace, quizás,  todo el mundo.     

 

El Parque Guell es, simplemente, hermoso. Es una manifiesta y hermosa expresión de la estrecha integración  hombre – naturaleza,  entre la inteligencia humana y la arquitectura natural, entre el diseño del hombre y esa especie de creación surgida  en medio del  susurro del bosque. Fue construido por  Antonio Gaudí, arquitecto catalán, máximo representante del modernismo y uno de los principales pioneros de las vanguardias artísticas del siglo XX. Su figura es una de las más sorprendentes de la historia de la arquitectura, tanto por sus innovaciones, en apariencia intuitivas, como por su práctica aislada de las corrientes internacionales e imbuida a menudo en el mero trabajo artesanal.

 

Antoni Plàcid Gaudí i Cornet nació el miércoles 25 de Julio de 1852 en el Baix Camp,  provincia  de Tarragona, hijo de un forjador; su madre muere en su juventud. Después de trabajar como aprendiz de forjador (lo cual le sirvió de base para su excelente trabajo con el hierro) Gaudí comenzó sus estudios de arquitectura en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona.  Otros historiadores señalan el nacimiento de Gaudí en Reus, por lo que nadie tiene, hasta ahora, pruebas concluyentes sobre su lugar de nacimiento.

 

Sus primeros trabajos  fueron la fuente del complejo del Parc de la Ciutadella en Barcelona, junto con Josep Fontserè i Mestres, la cual se completo entre 1877 y 1882, la Casa Vicens, la cual se construyo en Barcelona entre 1878 y 1880 (un edificio neogótico en el que ya se aprecia su fuerte personalidad) y El Capricho, una casa en Comillas, en el Norte de España, en la cual Gaudí trabajo desde 1883 a 1885.  En estos trabajos probó su perfecto conocimiento del hierro como material, conocimientos que había aprendido como aprendiz.

 

Poco después comenzó a trabajar para el que sería su principal mecenas durante el resto de su carrera, el empresario textil Eusebio Güell: primero con las caballerizas de su finca en Pedralbes, y más tarde con el palacio Güell (1885-1889) en Barcelona, un edificio pleno de espacios y formas innovadoras. Durante esta primera etapa de carácter historicista también construyó algunas obras fuera de Cataluña, entre las que cabe reseñar el palacio episcopal de Astorga (comenzado en 1887) y la casa de los Botines (1891-1892) en León. 

 

El Parque Güell (antes Finca Güell) es una obra paisajística jalonada de elementos arquitectónicos, como se puede ver en la gran sala hipóstila sobre la que se asienta la plaza principal —conocida como el ‘teatro griego'—, el banco ondulado que delimita esta explanada y los soportales inclinados sobre los que discurre el viaducto.

 

En 1884 Eusebi Güell, rico empresario textil de Barcelona, encargó a Antoni Gaudí la realización de distintas obras para la extensa finca que tenía entre los pueblos de Les Corts y Sarrià, dónde actualmente está la Zona Universitaria. Estas obras consistieron en la construcción del muro de cierre con tres puertas, la portería y las caballerizas, un mirador, una fuente, la capilla de la casa-residencia y varios complementos decorativos. La Finca Güell estaba formada por dos grandes fincas (Can Feliu y Torre Baldiró) que Joan Güell había comprado en la década de 1870, más una tercera, llamada Can Cuyàs, que adquirió Eusebi Güell en 1883.

 

El parque, no sólo recrea el paisaje sino que lo integra en un conjunto armonioso. Es una combinación agradable y espectacular de la genialidad arquitectónica y la naturaleza.  Al llegar  a una especie de plaza romana que da cabida con facilidad varios cientos de personas (hoy hay más de quinientas personas de todo el mundo) y que hace de mirador, el visitante no puede dejar de maravillarse ante la vista espectacular de parte de la ciudad. Se desciende luego un poco para observar que esa gran plaza está “sostenida”  por muchas columnas que conforman un espacio de descanso obligado que te prepara para la vista para esa pequeña maravilla de “La Salamandra”.  El parque es simplemente poesía hecha realidad  y un sitio obligado de visita en Barcelona.

 

 
Sabadell, Junio 28 de 2011.